2ª parte de Buscando el camino (Albacete)

Penumbra en el andén, hay obras… crece la ciudad. Encamino mis pasos. Junto a la marquesina una silueta, lleva colgada del hombro una bolsa verde. En la mirada una sonrisa, en la sonrisa una mirada. Un apretón de manos…se alza de repente el viento de levante… De nuevo un taxi… la puerta se abre. La ciudad, que ya empieza a bostezar, se esconde timorata entre las sombras. Después de un corto trayecto, se repite, la puerta se abre y en la noche de Albacete, bullicio en las terrazas…

Camino a su lado,
una hilera de hormigas
sobre la acera


Las farolas con su luz anaranjada hacen que el entorno sea como una fotografía tratada por un profesional. Colores cálidos entre los que destaca la palidez desprendida por sillas y mesas de metal niquelado. En los árboles que circundan la terraza asoma el viento con reparo. Entre las ramas, un gorrión inquieto cambia de lugar. A la puerta del bar nos acoge el calor de Albacete. Tras un apretón de manos entramos… uno, dos, tres… no cuento los pasos, somos tres los que caminamos. El comedor está repleto, las conversaciones tapan los huecos que pudiesen quedar; cientos de palabras que se cruzan, se rozan… ninguna choca. Llegan las presentaciones, rostros que asoman y dejan tras de sí el mundo virtual. Atrás dejé mi casa, y al final del las vías de nuevo me encontré en ella.

Hacia el hotel;
la cabeza de un gorrión
bajo su ala


La emoción del encuentro no da cabida al descanso… Despierto rodeado por desacostumbrados colores; la sábana, enrollada a mis pies, y mis ojos entrecerrados, hablan de la noche que lentamente pasó ante las ventanas de la habitación. Un desayuno, y ya en la calle un cigarro… sigo con la vista el humo azulado que ignorando a los aspersores se adentra en un jardín. La puerta del hotel da su último giro. La mañana es calurosa, más que cualquier tarde en Gijón. Sigo las sombras de los que me preceden hasta llegar al salón de actos en donde tendrá lugar el curso; las sombras que nacen bajo el sol siempre se mueven.

Una gota
recorre mi espalda,
polvo en los zapatos


Cuatro peldaños me acercan hasta la entrada. Un cenicero con múltiples colillas anuncia un espacio sin humos. Las puertas acristaladas dejan ver el interior; como corresponde a un lugar de enseñanza. El aire acondicionado invita a quedarse. Según avanzo, a mi izquierda, una escalera da acceso al piso superior, la ignoro; en la pared, un montón de avisos ocultan el corcho donde están colgados. A la derecha, un expositor cerrado guarda tras su cristal unas listas llenas de nombres, quizás los nombres son más valiosos que los avisos. El salón de actos es más bien grande, o puede que sea más bien pequeño; una cosa es segura, no es ni grande ni pequeño. La luz artificial es clara, resaltan sus reflejos sobre el negro de las butacas. Las ventanas permanecen ocultas por unas cortinas de color desgastado; la madera y el ladrillo completan el ambiente.

Cortina entreabierta,
entre las hojas de un árbol
un trozo de cielo


Transcurre la jornada… se dan cita voces y oídos anhelantes, cada cual en su papel. Una pausa… comemos para de nuevo continuar con el programa. Llega el final de la tarde, el sol aún muestra su fuerza, los haiku descansan encerrados en una carpeta. Una vez en la calle las conversaciones se personalizan… y como en cualquier ciudad: una persona se asoma a la ventana, los coches se agrupan ante los semáforos, los niños corren entre risas, un camarero atiende las mesas de una terraza, comienzan a verse parejas que pasean cogidas de la mano, una bolsa de plástico cruza la carretera…

Sobre la acera,
tras la huella de una bici
restos de helado


Se suceden los días hasta llegar al tercero, el último del encuentro… todo lo que empieza acaba… Siempre he creído que algún día, alguien recorrerá el infinito hasta encontrar su final. En el hotel, mientras preparo el equipaje, los recuerdos comienzan a ordenarse en mi cabeza; son tantos y tan variados… Llegué cargado de ilusión y la he cambiado por un montón de nombres imborrables; ahora entiendo porque los nombres se guardan en una vitrina cerrada…




alberasan (Gijón)
Nota: continuará con la que será tercera y última parte.

3 comentarios:

Yama dijo...

Me gusta…
Me gusta porque aquí el narrador necesita, más que otras veces, de los puntos suspensivos para poder contar todo lo que tiene, rápidas frases entrecortadas como ráfagas del viento de levante que se cuelan por las rendijas. Tres días que se suceden vertiginosamente, se superponen conocimientos, emociones, recuerdos, sombras, detalles, incluso reflexiones filosóficas.
Me gusta porque salpica las aceras de Albacete con haiku urbanos.
Me gusta el equilibrio de los elementos. Y lo más importante, me gusta porque en todo haibun, el viaje, cualquiera que sea, parte de un estado para arribar a otro y el narrador cambia, haciendo acto de conciencia de ese cambio.
Me gusta porque el narrador ha comprendido que esos nombres son personas y el valor que tienen.

Me gusta…
Me gusta la 3ª parte porque es una promesa.

Elías dijo...

Brillante, ojo de haijin. Como loco esperando la 3ª parte que como haibun, comentaré aqui mismo más extensamente.
Un abrazote

Alberasan dijo...

Yama, Elías. Gracias, una vez más, por vuestra generosidad en los comentarios.